LA
TÉCNICA: ¿ORDEN O DESMESURA?
Iniciamos con Klaus Held quien nos señala que así
como los partidarios de las innovaciones técnicas parte de una conducta
desmesurada, de igual manera sus opositores son parte de este mismo orden; es
decir, los dos bandos externalizar en sus acciones, frente a lo técnico,
actitudes que no se identifican con un pensar reflexivo, más si visceral o apasionado,
en otras palabras, irracional, dejándose arrastrar por un tipo de inercia. El
que los dos bandos en contradicción partan de la desmesura “permite inferir, según
el autor, que al espíritu mismo de la técnica pertenece la desmesura”. Lo
anterior le lleva revisar la fuente misma de donde proviene esta naturaleza de
lo técnico.
Held estudia la posibilidad de
encontrar la génesis de la desmesura de la técnica en la naturaleza volitiva infinita
del Dios cristiano. Nos dice que “hasta Tomás de Aquino el pensar filosófico-teológico
se aferra a la tendencia de subordinar la voluntad de Dios a su paso”. Sólo
después este orden jerárquico invierte somos valores. Creando así un Dios con
voluntad infinita, donde la razón queda subordinada a esta.
A partir de la idea cristiana
que el hombre es a imagen de Dios y ante la naturaleza de infinita voluntad de
este, el hombre medieval se vuelve sujeto de voluntarismo, lo cual se adhiere a
la nueva ciencia que está surgiendo entonces. A partir de esta nueva ciencia se
puede entender “el plan divino”, esto sucede al conocer la cosas, puesto que el
mundo que el pensamiento de Dios, de su voluntad. Mientras más conozcamos de la
naturaleza más cerca estamos de Dios. Es entonces que se desvela, a partir de
Cartesio, un método con el objetivo de apoditicidad para la reconstrucción teórica
del mundo. La obra de Dios, del Dios arquitecto, sólo puede ser conocido
mediante esta reconstrucción “tal y como si nosotros no hubiéramos construido”.
El “germen”, por decirlo así pretende siempre a ideas u objetivos límites que
aparecen en un horizonte infinito que nunca se deja aprehender, en nuestras
ciencias modernas en la herencia fundamental que se debe al medioevo, como dice
el autor “somos hijos del voluntarismo”.
Escapar del voluntarismo, en
consideración del autor, no puede ser a través de oponer una voluntad más
fuerte que la primera, puesto que estaríamos en el ámbito de la voluntad. El
camino es, en palabras de Heidegger: el no querer. Esto significa subordinar la
voluntad a la razón. Pero esto no desde el ámbito y a modo de las ciencias
positivas, sino de un pensar meditativo, un pensar que devenga de la serenidad.
Esta razón, la cual debe
subordinar al voluntarismo, no debe y, en última instancia, no puede ser la
misma de la de las ciencias positivas, porque en palabras de Heidegger: “la
ciencia no piensa”, tal como nos lo recuerda Jorge Acevedo. Nos explica Acevedo, que Heidegger al pronunciar tal
frase no lo hace con el objetivo de denigrar o negar el trabajo intelectual
propio de los científico: “la palabra pensar en este contexto se refiere al
pensar filosófico”. La frase no en sentido peyorativo o negativo, sino todo lo
contrario. Al decir esto expone la esencia propia del pensamiento científico:
lo calculante, lo cual afirma el carácter positivo de esta, lo que contradice
el pensar meditativo. Este pensar meditativo es el medio para llegar al
encuentro del ser, el cual nos nada positivo, es decir, no se da la intuición
directa. No vale presupuesto moderno, para entender al ser que la técnica, de
que el sujeto está confrontado un objeto, pilar de la ciencia. La frase “la
ciencia no piensa” tiene la finalidad de dar a entender el ámbito justo de su
trabajo intelectual a las ciencias, delimitando entonces de igual modo el
trabajo filosófico, desde el cual la esencia de la técnica puede ser valora.
En relación a lo anterior, Ángel Xolocotzi nos dice que le esencia
la técnica es “un asunto metafísico y no técnico. Por ello Heidegger insiste en
que la pregunta por la técnica no puede restringirse a un ámbito instrumental o
historiográfico, sino ontológico-histórico”. Pensar la técnica en términos
esenciales “exige salir del encasillamiento de la calculabilidad y la caza de
los resultados”. Es a partir de ver filosófico que Heidegger de cobre que la
técnica no es fuente, como comúnmente se prevé de artefactos y nada más. Si no
es un modo de des-velar al ente. Pero con todo los alcances y logros tecno
científicos de la ciencia se abre una valoración de esta que se eleva por
arriba de otra forma de acceder al ente y se muestra, como lo paradigmático, no
sólo a nivel teórico, sino que se extrapola a todos los ámbitos de la vida: “no
sólo el ver, sino todo comportamiento humano está regido por la técnica
contemporánea y ésta se ha colocado como el parámetro a partir del cual se
admite todo: lo que sea saber, lo que sea vivir, lo que sea útil, lo que tenga
sentido, etc.” Xolocotzi nos dice que el intento de Heidegger por pensar la
técnica no es por un mero repudio de ésta, sino más bien para captar su
esencia. Esencia que está más allá del cálculo.
Xolocotzi dice que lo decisivo
en el proceder actual de las ciencias modernas y su forma de considerarlo
verdadero se debe a la esencia de la verdad. La tesis de Xolocotzi acerca del
proceder de la ciencia es la siguiente: “con lo aquí indicado podemos ver que
el dominio de la técnica contemporánea no es casual, sino que hunde sus raíces
en el inicio mismo lo siguiente: en el primer inicio del pensar como metafísico”.
El cambio de sentido de la verdad, de ser des-ocultación para ser corrección,
es el comenzar fatídico y degradante de una humanidad que gradualmente olvida
al ser.
El Gestell es lo que se
encuentra detrás de todo el montaje técnico que nos rodea. La palabra Gestell
siendo el trasfondo del montaje, no es él nada técnico. El análisis de Carlos Másmela nos lo recuerda: “el
Gestell quiere decir el modo de salir del oculto que rige la esencia de la
técnica moderna, un modo, que en sí mismo no es nada técnico”. Másmela se
dedica a ir tras los pasos que Heidegger tuvo que transitar para pensar la
esencia de la técnica. Es bajo este objetivo que Másmela revisa nuevamente las
cuatro causas que Aristóteles enumera y que participan, coligándose entre sí,
para concretar lo poiético. Así, Másmela, revisa la relación que existe entre
verdad y técnica, el sentido original. Todo este análisis le sirve para
decirnos que el peligro técnico es fiel reflejo del ideal moderno, idea que se
expresa en el discurso de descartes, Padre de las ciencias actuales: “hacernos
maestros y poseedores de la naturaleza”.
Pilar
Gilardi nos hace ver que la esencia de la técnica es idéntica a la
de la metafísica. En este intento se desvela la relación ontológica del ser, el
tiempo. La consideración del tiempo tal
y como lo vemos en nuestros tiempos, heredado por Aristóteles, como las
secuencias de ahoras, es de tal manera que permite pensar lo existente como lo
manifiesto. El Ser es, pues, aquello que está allí adelante, de forma expresa y
manifiesta en la dimensión espacio temporal. El ser se confunde así con lo
ente.
Laura
Pinto se pregunta por el fenómeno del aburrimiento, expresión
humana de la época técnica. La pregunta decisiva es la siguiente: “¿puede un
análisis filosófico del aburrimiento decirnos algo esencial sobre las condiciones
de nuestra existencia actual?”. Pinto, a través de la reflexión transcurrida en
tres etapas, reconoce por medio de toda su fundamentación, que “el aburrimiento
en su plena indiferencia a calado no solo en la experiencia de la cosas del
mundo, sino también y fundamentalmente, en la experiencia de uno mismo”. De
alguna manera, el mundo de hoy es aquel que persigue lo interesante, nos dice Pinto,
entendiendo esto, aquello que escapa de la burda y monótona realidad. El
aburrimiento en este primer nivel, se despliega en un querer escapar de la
cotidianidad. Las innovaciones técnicas se presentan entonces como la vía de
escape, como la “virtualidad” que superar lo mundano. Hundiéndonos, de esta
manera, en la moda, arreglando nuestra existencia en un buscar que nunca se
satisface, puesto que la técnica nunca se cansa de presentar lo “novedoso”.
Jesús
Rodolfo Santander, ve en la época moderna, a través del
exponencial y desmesurado desarrollo de lo tecno-científico, “una nueva y grave
expresión del nihilismo”, en donde se corre el riesgo, a través de los nuevos
hallazgos Biogenéticos, como la clonación, el sustituir “la vida salvaje por un
mundo bioindustrial donde como resultado de la creación de artificialidades,
las futuras generaciones vivirían en un medio poblado de criaturas clonadas,
quiméricas y transgénicas”. Es así que, la vida ha llegado a ser un invento más
de la modernidad.
Godina, nos
señala que la ciencia, la lógica de la ciencia, poco a poco ha ido ganando
poder en nosotros lo cual no puede ser posible sin una forma de educación, que
ha pasado de ser una formación espiritual a “convertir al género humano en
rebaño al servicio de intereses económicos; eso ha sido la educación en los
últimos 200 años”. Educación propia de una pedagogía instrumental más
preocupada por las estrategias que por los contenidos desvinculada de la
reflexión filosófica ética y al servicio del poder y la ganancia.
Este libro, es un esfuerzo
conjunto de filósofos que ven en la técnica actual una señal de alarma, en
donde no sólo está en juego un orden social, sino la vida misma. Los artículos
aquí publicados no emanan de una reacción pasional y o bien de una vieja
nostalgia por el pasado, tampoco son pensamientos expresados en el menor
cuidado y sin rigor. Más bien, estas reflexiones parten de cuidadosos análisis expresados
con la mayor claridad que los temas permiten.
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