miércoles, 26 de abril de 2017
LA TÉCNICA: ¿ORDEN O DESMESURA?
martes, 25 de abril de 2017
Habermas y Sloterdijk
Los Filósofos contemporánea y la Técnica
Jürgen Habermas, partiendo de la distinción en sentido aristotélico entre praxis (referida a la política y ética y que trata con sujetos) y poiesis (referida a la técnica aplicada y que trata con objetos), distingue entre dos tipos de acción humana con una racionalidad distinta: la orientada a fines y la orientada al entendimiento vía comunicación. Tal diferencia sería equiparable a la distinción técnica y práctica o trabajo e interacción. No obstante, la distinción
no es tan limpia y coloca a la acción estratégica como intermedia entre ambas. Por otro lado, Habermas conceptualiza a la técnica como ideología, en el sentido de falsa conciencia de la realidad o más bien de realidad ideológica, generada por la falsa conciencia. La filosofía será la herramienta de crítica de la ideología, y por tanto de las nuevas categorías ideológicas, la ciencia y la técnica. La racionalidad científico-tecnológica se rige por una lógica distinta de la lógica de los problemas prácticos, y su aplicación forzada a éstos provoca decisionismo e
irracionalidad. Bajo la racionalidad científico-tecnológica la razón ha dejado de ser
emancipadora (ideal de la Ilustración), para tener una función de progreso y control social. Del
saber científico no se esperan recomendaciones respecto a cuestiones prácticas, sino que sólo se obtienen instrucciones respecto a 'procesos objetivos u objetivados'. Habermas plantea la recuperación de la racionalidad práctica y de la acción para retomar el ideal emancipador de la Ilustración. Para él, esa desviación se debe originalmente a la ruptura entre praxis y teoría. Se
pierde la conexión del saber con la vida. Para retomarlo, el elemento central será el lenguaje. Y es que, como afirma Marcuse, vivimos una racionalidad que ya es dominio, una sociedad totalitaria de base racional, que a través del lenguaje experto tecnicista ha colonizado y
erosionado el lenguaje cotidiano y el interés práctico adyacente a él. La propia racionalidad hace una función ideológica (esto es, la dialéctica de la ilustración). La ciencia y la técnica como ideología hacen que la distinción entre trabajo (acción instrumental) e interacción (acción
comunicativa) pasen a un segundo plano o se borren incluso de nuestra conciencia. Eso comporta que en lugar de un espacio para poder tratar cuestiones prácticas relacionadas con lo que queremos hacer con nuestras vidas haya sólo cuestiones técnicas, relativas a cómo hacer que las cosas funcionen mejor (cuestiones que obviamente corresponden a expertos técnicos).
Por otro lado, Habermas cuestiona la intervención técnica sobre la naturaleza humana. El paso del homo faber al homo fabricatus tiene unas implicaciones, en primer lugar, en relación a la propia forma de comprenderse con uno mismo. Contemplar la descendencia como una
dotación genética moldeable para diseñar según su parecer, afecta a los fundamentos somáticos de la auto-relación espontanea y de libertad ética de otra persona. Esto sólo ocurría con las cosas, no con las personas. Desde este punto, afirma que se borra cada vez más la diferencia entre eugenesia positiva (perfeccionadora) y la negativa (terapéutica). Emerge un modelo de eugenesia liberal que, en virtud de los intereses mercantiles implicados, desplaza
las decisiones eugenésicas a la elección individual de los padres, como si fueran clientes. Esto tiene implicaciones psicológicas, legales y morales. Saber que uno ha sido programado restringe la configuración autónoma de la vida y afecta a la simetría entre personas libres e iguales. Para poder ser individuos libres autónomos se debe mantener una cierta medida de contingencia o naturalidad que permita la imprevisibilidad. Algo que Arendt sitúa en la
categoría de nacimiento, el recién nacido provoca algo nuevo en el mundo, es un quién imprevisible. De otra forma se difumina la diferencia entre lo hecho y lo crecido, entre
educación y eugenesia. No permite al individuo situarse revisoriamente, a posteriori, ante lo que se le ha impuesto. Limita la libertad ética. Por tanto, defiende la idea de persona nacida, no hecha, como condición de libertad e igualdad comunicativa.
Por su parte, Peter Sloterdijk, nos plantea un panorama post-humanista, en el sentido que el método de las letras y la ilustración para el amansamiento y domesticación de los humanos ha finalizado. Será mediante las antropotécnicas que se podrán criar a los humanos en esta nueva era. La biotecnología será una de las más importantes. Sloterdijk plantea un código para esas técnicas de crianza mediante las cuales nos produciremos a nosotros mismos. La planificación de las características del ser humano, del nacimiento y la selección prenatal se tornan decisiones explícitas. Valora de forma positiva el hecho de que ahora seamos hombres auto-hacedores y afirma que es posible que hallamos encontrado nuestra esencia en ello
(hiperhumanismo). Para él, los nuevos lenguajes técnicos y la información rompen con los dualismos filosóficos que han marcado la historia del pensamiento (sujeto-objeto, individuo-sociedad, materia-espíritu, naturaleza-culturalibertad-mecaniscismo) y de esta forma
encontraríamos mejor la propiedad de lo que somos. Asimismo, distingue entre alotécnica (técnica contranatural y artificiosa que asume dualismos pretéritos) y homeotécnica (que se refiere a la confluencia no separada de tecnologías inteligentes con estructuras de la
naturaleza; presupuesto de que todo es finalmente lo mismo).
Finalmente, el propio Esquirol, observa que la técnica tiene que ver con procesos de abstracción. Si ésta se absolutiza, se pierde la concreción y la conciencia de finitud del ser, y
finalmente se ignora, pasando a predominar lo abstracto (estadísticas, lo sistémico...). Desde esta posición podemos entender que la banalidad del mal de que hablaba Arendt se produce por procesos de abstracción. La pantallización del mundo, la informatización del lenguaje, el lenguaje tecnificado, comportan la pérdida de la experiencia, de aquello que nos liga en lo concreto al mundo que habitamos. La tecnociencia lo reduce todo a operatividad, y así se pierde reflexión y profundidad. Ante esto, Esquirol reflexiona sobre la experiencia de pensar. Y
observa dos movimientos: uno de extensión (la ciencia y la técnica tienen aquí su papel central) y otro de tensión (refiriéndose a la profundidad, y que se pierde con la abstracción mediada por la técnica). Esa tensión del pensar es la que asume la propia finitud, la memoria, la parcialidad, los límites, y no permite la absolutización. A este empobrecimiento del pensar que media la tecnociencia se le ha llamado de otras maneras: cosificación, dominio de la
representación, petrificación. Para acabar, Esquirol alude al tacto como forma de salvar la experiencia del pensar en el lenguaje. Ese tacto del que carece la técnica. No se trata de la explicación del mundo, sino de los medios que permiten el acceso a uno mismo y a los demás.
Será desde el lenguaje ordinario desde donde podremos acceder al pensamiento sobre la técnica, puesto que el lenguaje técnico no nos lo va a permitir.
viernes, 21 de abril de 2017
En el enjambre
lunes, 3 de abril de 2017
viernes, 31 de marzo de 2017
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lunes, 13 de marzo de 2017
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El ATLAS.ti, la investigación y la sociedad virtual.
lunes, 6 de marzo de 2017
El impacto de las redes sociales
domingo, 19 de febrero de 2017
Rigoberto y Borges
El Aleph, El jardín de los senderos que se bifurcan (Jorge Luis Borges) y twitteros, blogueros, faacebookceros (Rigoberto Lanz)
En su artículo Rigoberto Lanz comienza mencionando que el “sujeto” de la modernidad que está muerto y enterrado, renace ahora en el mundo posmoderno bajo el manto de la virtualización de los criterios de la realidad, este punto me hace reflexionar que no se puede dar por terminado algo, que ese algo que pensamos es el fin puede ser el comienzo de algo nuevo, Borges en su texto del jardín lo manifiesta de manera precisa: “el tiempo se bifurca perpetuamente hacia innumerables futuros”, en al Aleph hace uso de la figura del cambio de un aviso de cigarrillos para hacernos ver que todo cambia, que el universo cambia de manera infinita. A nivel social no podemos estancarnos, debemos estar abiertos al cambio, en mi infancia veía dibujos animados donde se comunicaban de manera directa a través de video llamadas y eso era para mí algo increíble, hoy unas décadas después tengo Skype y puedo ver a mis amigos de España en tiempo real mientras conversamos. Para Rigoberto estamos en presencia de un cambio epocal (2010) con sus propias condiciones culturales, yo me atrevo a decir basándome en todo lo anterior que estamos en un perpetuo cambio, desde siempre.
Otra pregunta que se asoma es ¿qué es la realidad? ¿Podemos hablar de ella? Borges en el Jardín pone de manifiesto un análisis sobre situaciones que no pasaron, pero que en otra dimensión si están pasando, para unos la realidad es una y para otros es otra. “Alguna vez, los senderos de ese laberinto convergen”. Para Rigoberto esto va más allá, pues señala que los sujetos con “la apropiación masiva de ciertas tecnologías va creando nuevas realidades”, la realidad deja de ser tal y la creamos según los lentes que nos pongamos (según la app que usemos) para describirla. En otra parte de su artículo Lanz dice: “es la realidad misma la que se construye comunicacionalmente”. No en balde a los medios de comunicación los llamaron en su momento el 4to poder, pues son capaces de influir de tal manera en la sociedad pudiendo desvirtuar la realidad para bien o para mal. Lo trágico de esto, es que los seres humanos nos adaptamos a dichas realidades inducidas o no rápidamente y peor aún nos olvidamos o nos hacen olvidar nuestro pasado reciente, Borges magistralmente lo escribe en el Aleph: “Nuestra mente es porosa para el olvido”, perdemos o falseamos lo que alguna vez fue real, aunque en el mismo cuento casi al comienzo afirma: “cambiará el universo pero yo no” muy iluso el escritor.
¿Será el internet y la tecnología ese Aleph del que nos habla Borges en su relato? En clase alguien menciono que Google es el Aleph “el punto que contiene todos los puntos del universo” o como lo señala en el Jardín donde nos hace ver que se crean varios mundos paralelos a través de uno sólo. Alguna vez escuche que internet pone el mundo a nuestro alcance, pero ¿cuál mundo el real? ¿O el que quiere que veamos?
Todo esto me lleva a concluir que nosotros, los docentes, tenemos un gran reto, no voy a decir por delante, pues creo que hace mucho tiempo debimos asumir, y es el brindar a nuestros educandos más que conocimientos, herramientas para poder comprender su propia realidad, que la impronta comunicacional no los avasalle. Lanz en su artículo señala: “La innovación tecnológica –sobremanera por los lados de la nanotecnología y la inteligencia artificial- crea una brecha inquietante entre la gente que se hará más dramática en el tiempo que viene”. Nosotros como educadores tenemos en nuestras manos revertir esto, y que lo que Lanz señala será dramático, no sea tal y podamos construir puentes sobre esa brecha o mejor aún rellenarla para que no exista.
Carlos Miranda
CI. 6719865
Referencias:
Borges, J. (1941). El jardín de caminos que se bifurcan. Ed. Sur. Buenos Aires
Borges, J. (1949). El Aleph. Ed. Losada. Buenos Aires.
Lanz, R. (2010, Octubre 3) Twitteros, blogueros, facebookceros. El Nacional, Caracas, p.12